Familia

¿Y cuando son los niños quienes nos comparan con otros padres?

Mucho se dice de la importancia de No comparar a nuestros hijos con otros niños, o con sus propios hermanos. Al plantearle modelos a seguir, aumentamos su incertidumbre acerca de sus propias virtudes, además de alentar sentimientos negativos hacia esos otros «ideales» con quienes los comparamos.

Pero… muchas veces son nuestros hijos quienes nos comparan con los otros padres, por lo general cuando quieren obtener algún tipo de privilegio o beneficio especial que se les viene negando («los padres de fulano lo dejan salir hasta las 23hs.»).

Son situaciones incómodas, que nos obligan a enredarnos en interminables explicaciones acerca de porqué tomamos nuestras decisiones.

Cuando nos compara con otros adultos, lo que está haciendo el niño o adolescente es discutir o cuestionar nuestros límites, lo cual no estaría mal de no ser por el método que está utilizando. Puede que a veces lo que hacen los jóvenes no es más que aplicar el mismo mecanismo aprendido con el que los adultos intentamos manipularlo (comparándolos a ellos con los otros).

El problema de la comparación, es que opera como una forma de no aceptar al otro. Es un mecanismo normalizador que busca identificar las diferencias entre los sujetos, pero no para aceptarlas, sino para sancionarlas y corregirlas.

Conviene preguntarse si vale la pena entrar siquiera en el tema, y si no sería mejor desalentar estos mecanismos, señalando su impertinencia. Es una cuestión de equidad: si los padres no comparamos a nuestros hijos con sus semejantes, ellos no tienen porqué compararnos con otros adultos. Luego será momento de discutir o acordar nuevos límites y reglas si fuera necesario, pero en un contexto de diálogo y escucha, no de manipulación y lucha de poder.

De esta forma, demostramos integridad y respeto por nosotros mismos y por los otros, lo que representa un capital muy valioso en tanto referentes afectivos de los niños y jóvenes.

Psic. Mariano Dicosimo

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